No eran unos días tranquilos. Días de frío en la calle y entre sus piernas. Días de chimeneas y chocolates. De historias de amor y recuerdos de amores que pudieron ser pero no fueron. No soñaba con un príncipe azul que le llevase el desayuno a la cama y la llevase al cine todos los domingos por la tarde. Quería ser amada... quería enamorar. Quería ser el reflejo en los ojos de los gatos callejeros. El sueño de cualquier cantante de rock adolescente. La musa de su cuerpo. El alma de sus sentidos. Sabía que algún día llegaría ese momento pero echaba de menos noches de pasión desmedida a la mirada de los astros.
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